El Zapato en el Blanco (3ª Sesión taller de escritura. )

Marisa estaba harta. Desde el vestíbulo se olía lo que se iba a encontrar. Trató de calmarse. Ella no era su madre, su hermano debía fregar los platos. Después de las clases de Fp administrativo, Marisa había ido a dar una vuelta con su novio, una vueltita corta, lo suficiente para pillarse un calentón de mil demonios, y salir pitando hacia su casa. Por el camino trató de visualizar las cosas ordenadas, como le había aconsejado su cuñada, pero los tacones blancos que tanto le gustaban a su novio, se le enganchaban en los adoquines, y la visualización se venía abajo. “Que pestazo por Diosa” dijo Marisa. Su novio se puso colorado como un tomate “No, tú no, imbécil, el río” y se rio, como se ríen las personas que han nacido conociendo lo correcto. “Pero eres un cerdo, que lo sepas” Él intentó besarla y ella se quitó los zapatos y salió corriendo. “Y una mierda, cerdo” “¿A quién coño se le ocurre tirase un pedo cuando estábamos de tan buen rollo? después de la brasa de los piñones de la bicicleta que he aguantado“ LLegó a casa, abrió la puerta, y Pink Floid versión su hermano, le llego nítido junto con peste a porro y ruido de entrechocar de platos. En la cocina se encontró a la pánfila de su cuñada, de 14 años, fregando los platos, con los ojos como tomates, de haber llorado ( o fumado ) , como siempre, “ ¡lo que llora esta cria!” pensó, “ ¿pero tú eres tonta, qué haces fregando?, lo tiene que hacer mi hermano” . Fue directa a la habitación de su hermano, abrió la puerta y encendió la luz. Una densa humareda le dio en la cara. Entre la niebla divisó a su hermano y a su amigo Pedro tocando la guitarra. “¿Pero cómo puedes tener tanto morro? “y sin pensárselo dos veces le lanzó el zapato de tacón blanco, que fue a darle en la parte superior derecha de su cabeza. “Me has hecho daño, joder” , dijo su hermano y se desmayó. “Ostias” dijo Marisa. Su mirada se cruzó con la de Pedro, un instante, un instante que duró una vida. “No te preocupes “le dijo él. Ambos, Perfectamente sincronizados, taponaron la herida y construyeron una camilla con sábanas y bordones, como habían aprendido en los Scouts, sin dejar de mirarse en ningún momento. Su cuñada salió y entró 5 veces del baño llorando. “Hay que darle una tarea”, dijeron al unísono, y sonrieron embelesados. Su hermano abrió un ojo “Me duele un montón. ¿ Que te pasa, estas loca?” Aun aturdido, el hermano percibió el itsmo en sus miradas. Ese puente casi visible que atraviesan las almas de un cuerpo a otro. Los tres se movían como imbuidos de un Aura especial, eran héroes con una determinación rayana en la patología. Mandaron a Sara, a que comprobara que no había nadie, comprara gasas y les abriera paso hasta el coche. Sara, cumplió su cometido. Llegaron al hospital reina Sofía muy rápido y mientras Sara abrazaba a su novio en Urgencias, Marisa decidía cambiar el suyo. Sin duda alguna dejaba a Carlos y se iba con Pedro, que se no se había tirado ni un pedo durante todo el suceso. Charo Soria

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