La niña que todo lo puede
Mi escena temida, va con mi carácter de la mano paseando por un pueblo soleado y andaluz. Es una niña pequeña que cree que puede solucionar todos lo problemas del mundo. En el pueblo hay muy pocos habitantes más y no le hacen mucho caso. Hay un viejo, su abuelo, que la escucha, pero no la enmienda. Hay una bruja vieja, Marina, que vive en una cueva y le da polos flash con sabor a vinagre. Hay muchas montañas, mucho sol, y mucho frío. El viento hace ruido en las orejas. Y la niña que todo lo puede está muy sola.
Y la niña que todo lo puede, fue creciendo y abandonó las montañas, pero el viento en sus orejas la acompañó mucho tiempo, llevándose las palabras y los sonidos dos días por delante de ella. Ella al principio no se daba cuenta, y reaccionaba a todo dos días después, pensando que lo estaba haciendo en el momento. Luego se volvió loca al verle el culo a las palabras corriendo delante de ella.. “a que no nos pillas cara de tortilla” le gritaban las palabras... y ella corría y corría detrás de las palabras de los otros, llegando siempre tarde.
Andando el tiempo, descubrió que era el viento el que la volvía loca, eso le venía de familia, por parte de su abuelo... ay este viento, mal asunto, se pone la cabeza loca – decía su abuelo.
Entonces, la niña que todo lo puede, que ya tenía veinte y pico años, comenzó a gritarle al viento, este cogía sus palabras y se las llevaba y dibujaba flechas en el aire para que la niña las siguiera... y la niña que todo lo puede, se iba rabiosa en dirección contraria, porque estaba muy enfada con el viento, que todo se lo llevaba.
Y andando en dirección contraria al viento, comenzó a creer, por esas cosas de la física, y del espacio y el tiempo, que podía oír las palabras de los otros dos días antes de que las dijeran. Detuvo el espacio, y voló por el tiempo en brazos del viento. Borracha de sabiduría y con el cuerpo muerto en el espacio infinito entre tu cintura y la mía.
Y la niña que todo lo puede, empachada de tiempo surcando sus ojos, plateando sus sienes y arqueando su espalda, acarició al viento y sintió su cuerpo impotente abrigando un cuerpecillo que le había brotado dentro. Y le susurró al viento con el viento que salía de su pecho, que bajara la voz, que la niña estaba durmiendo.
Y la mujer que puede lo que puede, observa remolinillos en la orejas de su chiquilla y sonríe cuando a los dos días, su niña le da lo que ella le está pidiendo, y aprende lo que es la paciencia y se da cuenta de que el viento no es solo de ella, que acaricia todas las orejas, buscando, quizá, solo que lo acariciemos.
Vaya, creo que te referías a éste lugar cuando hablablas de tú casa, tamabién a mí a veces la comprensión me llega con retraso... me gusta tú cuento, me parece enigmático a lo mejor en dos días te puedo decir más. Me trae a la memoria un taller en la formación en que yo decidí identificarme con el viento...y dije cosas que hasta a mí me sorprendieron.
ResponderEliminarGracias por tu invitación y por tu bello relato, te vuelvo a decir que has recorrido un hermoso camino.
Un abrazo
Gracias a ti por tu visita, Charo, (esto del mismo nombre, me hace gracia, lo pongo también, a que engañarnos, para que los que me siguen no crean que me he vuelto loca del todo y me contesto a mi misma)... Probaré con el viento, lo hago muy a menudo con el mar y la tierra.
EliminarSupongo que la ventolera... es la neurosis en este cuento.
me ha dado alegría tu visita en un día que la necesito.
Un abrazo