Mi casa en Madrid
Las calles en Madrid son muy ruidosas.
No todas, pero sí en las que he vivido.
Por eso en varias ocasiones he buscado
las que dan a grandes patios interiores.
En la que ahora vivimos mi hija y yo,
da a un precioso patio con hierba y árboles, es un bajo alto, y al
fondo hay un muro de piedra que recorta el horizonte y se cubre de hiedra llenándonos los ojos de verde en
primavera y verano y de rojo en otoño, en invierno está desnudo
mostrando lo que es, la parte trasera de una corrala con pequeños
agujeros por donde se cuelan los pájaros.
A su lado, dos patios privados, con el
grado justo de cuidado que lo hace grato a los ojos y no esclavo a
las manos, se nota que son patios interiores, porque pareciera que
van en pijama, no son nada ostentosos, ni vanidosos, se nota que sus
dueños, sus cuidadores no buscan agrandar su imagen con ellos, si no
alimentar su ALMA.
En pleno Madrid, me despiertan los
pájaros cada día, alguno se acerca hasta el árbol que pega a la
ventana de mi cocina y hasta allí salta mi gato urbano casero,
enloquecido, que no se atreve a salir al patio. Quizá algún día lo
haga. Eso esperamos Jesús, el conserje que cuida nuestro patio,
donde siembra un día tréboles, otro día flores y más tarde
girasoles con un as semillas que le trajo mi hermana Nati y fabrica
un espantapájaros para que no le coman las semillas.
A veces, mirando el patio y el muro al
frente, me pregunto si a mi no me pasará lo mismo que a mi casa y a mi gato, que
me da miedo la calle y miro a mi pequeño patio e intento que se me
llene el patio de gente en el grado justo que lo haga agradable a
los ojos, pero no esclavo para las manos. Y que también tengo mi
muro, que en verano y primavera, se vuelve verde y libidinoso, en
otoño rojo llorando la pérdida de las hojas y en invierno, desnudo
mostrando en la intimidad la verdad delo que soy. Una linda nadita
disfrazada de azahar.
El fin de semana ha sido muy nutritivo.
Me viene imágenes de Elsa diciendo que
lo importante es decidir como va a ser tu día, por ejemplo mañana,
y de Mercedes apostillando que eso ya es tarde, que hay que decidir
como va a ser tu ahora. De Javier, de 66 años, poniéndose la corona
de las Almas, porque quería él ser la reina (tuvimos dos niñas que
se laman Alma corriendo por casa este fin de semana). De las niñas,
bailando corriendo y riendo. De la atenta escucha de Esperanza. Del
solecito mañanero del domingo con Lina y Alma dando de comer a los
pájaros mientras las madres nos contábamos las vidas y nos
apoyábamos en las emociones en el Matadero.
En fin Gracias Vida por Ser.
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