Avanzando el siglo XXI (3)

Avanzando el siglo XXI, (3)

Mientras espero mi tercera cita con la madre de la premio nobel, aprovecho para llorar por mi incipiente ruptura sentimental, soy un hombre de 40 años que llora en una cafetería, algo impensable a principios del siglo XXI.
Veo que ella se acerca, fue una de las creadoras de los “LLoraderos”. Se sienta respetuosa de mi dolor en la mesa de al lado.
Yo, me concentro en abrir mi pecho y mi mente… y me repongo … al presente con más espacio para orientarme en una nueva realidad, aceptando el cambio.

“Hola”, le digo, “Hola” me contesta mientras el acompañante de mi dolor se levanta y se va.
“¿Sabes?” “ me dice mirándome a los ojos “Hubo un par de brindis que tardé mucho tiempo en que alguien me contestara … uno era, ¡Por una integración de corrientes terapéuticas! Y el otro…¡Por una integración de corrientes educativas!”… se lía un cigarrillo, y entorna los ojos como tratando de ordenar sus pensamientos.

“Junto con la crisis económica más o menos, vino el boom de las tecnologías y que yo recuerde había dos tendencias educativas, no soy una experta, seguro que había más… pero lo que yo veía en el parque y entre mis amigos… era por un lado una tendencia no intervencionista confiando en la autorregulación del cachorro y en no bloquear su creatividad y su talento natural de una manera amorosa…. Y por otro, la que preconizaba estimular “buenos” comportamientos premiandolos con lo que al niño interesara, con bastante control emocional por parte de los padres.”

Me contengo de preguntar nada porque ya sé que me lo va a contar. Me mira y se ríe.

“Había escuelas de padres en la red, multitud de libros sobre educación de todas las tendencias… que locura, en el momento en que los niños requerían atención los padres estábamos en clases para aprender a ser padres en la red … y los niños jugando en la red, viendo la tv en la red….” se ríe y tose
“La red de redes… la gran telaraña… Era tan nuevo, tan fácil, parecía magia…parecía tan real… con tan poco esfuerzo como mover un dedo, y ni eso… cientos de “amigos”,  atención constante por wathsApp… ¿quién necesitaba un médico a domicilio si podía tener Wifi?”
Y con los niños… los había que incluso desayunaban conectados porque si no los padres, decían, no podían prepararse para ir al trabajo… que locura …  
En un momento en que la distracción, la diversión, el estímulo, era ilimitado se cuestionaba la necesidad de imponer límites a los niños, en una época en la era más necesario que nunca que los adultos supieran frenarse, se confiaba en que los niños se frenarían solos… porque los padres se sentían incapaces de frenarlos salvo… ante la red… la red de redes…. La gran telaraña.
Y por otra parte, en una época en que la emoción estaba a flor de piel, por la crisis económica, (el miedo, la tristeza, la rabia … sabios consejeros, movilizadores hacia el cambio, indicadores de que algo no funciona… ) debían ser contenidos según otra tendencia educativa ante los niños… que locura, así pasaba que los padres huían de los niños y los embarcaban en los más variados talleres, ludotecas, etc etc  ¿para soltar su emoción? No, para difundirla… con sus cien –“amigos” en la red… la red de redes…. La gran telaraña”
Parece que no hubiera salida, comento.
“Pues la hubo, la más antigua y la más sencilla, la puerta de la calle. Saber cuando abrirla y cuando cerrarla, y a quien. Llorar cuando estás triste. Pensar un poco las cosas. Gritar de vez en cuando. Y saber… que soy  la guía de mi hija, atreverme a enseñarle lo que solo yo sé, pasarle el testigo de mi experiencia con la valentía de ser en cualquier circunstancia, sin necesidad de validación ajena,  validando su ser y descubriendo su forma única, permitiéndole crecer de tal forma que haga crecer el mundo REAL, RELAcionandose desde el derecho que da el SER y el saber que el otro es otro SER…. Y no una red… una red de redes… una gran telaraña”

Se ríe y pone cara de niña “lo siento, ya me he liado, las rimas me pierden”… retoma una pose adulta y me dice  ”Otro día te explico la integración de las corrientes”
Se levanta y me da un  largo abrazo. Me sorprende la fragilidad de su cuerpo y lo bajita que es, parece mucho más alta en la distancia. Otra anciana de pelo largo con una cesta de hierbas se acerca, “Esta es Luna, mi amiga, mi hermana la chamana… otra corriente”… me dice, y se marchan risueñas espantando hologramas a su paso.








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