Idiomas ( 2ª Sesión taller escritura)

A veces me pregunto si entiendes mi idioma. Siempre que paso bajo ese banco tengo una terrible erección que hace chocar mi pene con el suelo, de forma harto dolorosa. Es un banco normalito, de madera, con las patas de hierro de forma trapezoidal, abrazando sus extremos. Un banco acariciador de posaderas humanas, testigo mudo de abrazos y borracheras. Meta para el anciano que toma el sol en su andador. Pero para mi es mucho más, siempre me excita el muy canalla. No es fácil ser un perro salchicha, se que muchos me envidiarán por la amplitud de espacio para mis intestinos y órganos vitales. Por mi legendaria y prácticamente inevitable estabilidad. Por la paciencia que caracteriza mis desplazamientos, por mi buen carácter. Te sigo, queridísima ama, atento al más leve movimiento de tu ser. Dime algo, mírame, pídeme cualquier cosa lánzame una pelota sonríeme. Soy tan feliz a tu vera. Un pasito por detrás de ti. Me siento observado por cuantos me rodean, en especial por esa mujer sentada en un banco y escribiendo en su tableta (oh si, mi ama también tiene esas cosas, esos inventos del demonio y se de lo que hablo) pero yo solo te ojos para ti, ama. ¿Qué? ¿ Que pasa? Giras hacia mi, te agachas, ¿ Qué me quieres ama? ¿ Tan pronto me pones la correa? Ya, ese perro que ladra tanto te asusta que me ataque. No lo hará, si entendieras el lenguaje perruno lo sabrías.... Es un chiquillo juguetón, nada más. Pero claro como mis piernas son tan cortas, te da miedo. Desconoces que los perros salchichas somos los más carismáticos y sabios, venimos a ser los terapeutas de la manada, a quien consulta el líder, es decir, todos, porque todos quieren ser líder. Y yo también, pero hay que aceptar las propias limitaciones. Quizá no debería haberme empeñado en montar a aquella perra tan alta. Pero se reía tanto, cada vez que me veía pasar bajo sus patas, calibrar la distancia del suelo a su turgente y olorosa vulva... Casi me mato en varias ocasiones saltando como un misil dispuesto a penetrarla cuando pasaba bajo la valla de madera del parque para perros, cuanto retozaba juguetona en la arena girando su cuerpo a un lado y a otro rascando su lomo, su dorado lomo, que desprendía gotas de agua de mil colores por efecto de la luz y de su poderío de Setter irlandés. Por fin lo conseguí una tarde de primavera, que bonica estaba, se agachó bajo este banco a los pies de su dueña y me miró provocativa. Pero yo no podía entrar en acción con su ama tan cerca, pero entonces... aún lo recuerdo a cámara lenta, su ama se levantó a atender a su cachorro y yo me dispuse a engendrar los míos. ¡cómo se agachaba para facilitarme la coyunda, mientras yo me metía bajo mi banco! ¡nuestros cuerpos fundidos en un revolcón que no se sabía dónde acababa el perro salchicha y dónde empezaba la setter irlandesa!¡. Mi cogote golpeando el banco, ambos encajados bajo el banco y nuestro cierpos encajados entre sí!. Pegados. Inseparables. Literalmente. Tardaron un buen rato en separarnos. Y unos meses después, ya lo sabes tu bien querida ama que desde entonces casi no me sueltas la correa, mis hijos me superan, salto para regañarles y que sean buenos canes, pero salen corriendo y no les alcanzo. Y es que no es lo mismo ser terapeuta de la manada que ser padre de unos cachorros híbridos. https://www.euroresidentes.com/hogar/mascotas/un-perro-salchicha-y-un-leon-se-hacen-amigos

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